TEXTO I:
1. Título. Educación Inclusiva y cambio escolar.
2. Cita APA. Escudero, J. M., & Martínez, B. (2011). Educación Inclusiva y cambio escolar. Revista iberoamericana de
educación, 55, pp.85-105.
3. Palabras claves. Educación inclusiva; significados; caracterización; con-troversias; evidencias de exclusión; interrogantes;
barreras y propuestas culturales y políticas.
4. Resumen. La educación inclusiva –en el presente artículo proponemos una determinada concepción de la misma– y las
reformas escolares de las últimas décadas han recorrido caminos conjuntos y caminos separados. Bajo la
perspectiva del derecho fundamental de todas las personas a la educación se aboga por una educación
democrática, justa y equitativa que lo garantice. La realidad de los hechos corrientes, sin embargo, muestra
fracturas entre los objetivos, las políticas y las prácticas, pues hay barreras estructurales y culturales que los
dificultan. Y porque la exclusión es una construcción social, política y escolar, pueden y deben acometerse
acciones de esa misma naturaleza para lograr la inclusión como un trayecto.
5. Conclusión. Iniciamos el texto con amplios vuelos pero, finalmente, hemos bajado a ras de tierra, quizás acentuando
trazos realmente oscuros. Es preciso recuperar un territorio intermedio. En vez de ideales inclusivos fuera del
alcance cabe imaginar otros intermedios. No es pensable ahora una inclusión plena, pero sí deben acometerse
objetivos modestos e inexcusables. Rebajar significativamente los índices de exclusión actua- les ha de ser
uno de ellos. Es una cuestión de derechos, no de mejorar posiciones en el ranking internacional. Entendida
como un horizonte, la educación inclusiva –democrática, justa y equitativa– sigue justificando, sean cuales
sean los tiempos actuales y por venir, la urgencia de concentrar fuerzas políticas y recursos, inteligencia
organizativa y peda-gógica, aportaciones de muchos agentes, todos los que puedan albergar todavía una
conciencia acorde con el valor esencial de la educación, una educación buena de y para todas las personas.
Los fracasos existentes no son una fatalidad; son algo que se está produciendo social, cultural, política y
escolarmente. Por lo tanto, son remediables. Es preciso tomar nota de la realidad, pero dar la batalla a las
indiferencias y trifulcas políticas que lo que hacen es empeorar la situación. Aunque salgan fuera de lo
políticamente correcto, algunas propuestas son inexcusables: los poderes públicos han de proteger y velar por
una escuela pública al servicio del bien común de la educación, corregir honestamente la deriva hacia la
privatización, liderar un trayecto claro y decidido hacia la inclusión, hacer visible los fracasos, exigir y
apoyar a los centros y docentes, centrar sus esfuerzos mucho más en la creación de capacidad-des que en la
suma de recursos y decretos. Los centros escolares y la profesión docente han de resistir la tentación de echar
tantos balones fuera; recrear, por el contrario, sus márgenes de actuación, de responsa-bilidad y de rendición
pública y democrática de cuentas, reivindicar respaldos sociales y ofrecer confianza y garantías a la
ciudadanía. Los tiempos corrientes no son favorables a la inclusión social y educativa, pero quizás tampoco
el núcleo de la cultura, la política y las prácticas vigentes y consentidas en la mayoría de nuestras escuelas.
Lo primero está fuera de control; lo segundo es una tarea propia e intransferible desde ahora mismo.
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